Economía Circular
La economía circular representa una concepción distinta para encarar los modelos productivos, caracterizado por una fuerte visión a futuro.
Básicamente, se le denomina circular porque propone que los productos habiten en una “circularidad”, esto es: que tengan varios ciclos de producción y uso. Para ser más claros: que al concluir su ciclo de vida, un producto no devenga simplemente en residuo, sino que este residuo pueda transformarse en recurso para recomenzar el ciclo.
Lógicamente, este enfoque atiende las sensibles circunstancias medioambientales en las que se encuentra el planeta y a las que los paradigmas tradicionales de producción no ayudan. Por suerte, las grandes multinacionales no son sordas a esta realidad y este milenio se ha caracterizado por un cambio de “chip”, en el que se dejó detrás el cánon consolidado a fines del siglo veinte (tomar, hacer y desechar), permitiéndole instalarse al nuevo (y necesario) paradigma, las famosas tres “R” (reducir, reusar y reciclar). Este modelo encuentra su máxima expresión en la economía circular.
Por supuesto, este concepto va más allá del reciclaje, puesto que no sólo se plantea amortiguar los daños sino dirigirse, identificar y resolver las causas. Se le ha asociado a la filosofía de cuna a cuna, puesto que no deja fuera del análisis ningún eslabón de la cadena, desde el mismo diseño y concepción de cada producto, hasta los materiales, logística y mejores usos (además, por supuesto, del reciclaje).
En este apartado, los sectores de Cuidado Personal y Cuidado del Hogar, irrevocablemente en el foco del escrutinio público, han puesto muchas veces el ejemplo, tanto a nivel global -donde las más grandes ostentan públicamente ambiciosos objetivos para optimizar sosteniblemente sus procesos- como en México en particular. Gracias a las características de este país, por ejemplo, es posible que la fábrica más grande del país de una de las líderes del sector cosmético funciona enteramente a base de energía eólica.
Los principios de la Economía Circular pueden aterrizarse en los siguientes puntos:
Rentabilidad: como es lógico, las tres “R” brindan la posibilidad de optimizar materiales y recursos. Se calcula que si este modelo se implementara de forma absoluta en el sector manufacturero, podrían ahorrarse casi 700,000 millones de dólares, con los miles y miles de puestos de trabajo que esto implicaría. La economía circular no es un gasto ni una concesión financiera, además de su impacto positivo en todas las esferas de la sustentabilidad: es una inversión rentable.
Colaboración: si hay algo que caracteriza al modelo es que aborda objetivos que trascienden la ganancia individual, puesto que apunta a generar beneficios sustentables, sociales y medioambientales o macroecológicos. Esto es, no pensar sólo en la propia parcela sino en procurar en gran medida el bien global (al final del día, no hay nadie exento de las consecuencias que pueda tener el abuso de la explotación de recursos a nivel planeta, por ejemplo). Y esto implica colaboración cercana entre múltiples actores, incluso empresas competidoras, para trazar redes de circularidad (producción circular) y apostar por crear soluciones colectivas.
Reputación: hoy más que nunca, el consumidor está informado y su proceso de toma de decisiones va mucho más allá del simple precio de un producto. Hoy se valoran los vínculos intangibles entre el cliente y la marca, y en este sentido la buena o mala reputación de una empresa (generada alrededor de su conducta en múltiples aspectos, como por ejemplo su filosofía ecológica o responsabilidad social) puede ser determinante. En este marco, además de los beneficios medioambientales y sociales ya citados, se le suma ese a nivel diferenciación. Múltiples estudios confirman que la generación millenial está dispuesta a pagar bastante más por el producto de una empresa responsable que por otro igual pero de una empresa mal reputada.
Innovación: considerando que la propuesta implica un viraje de paradigma para encontrar nuevas soluciones, optimizar todos los procesos con el menor impacto posible, la innovación en todo el espectro de la palabra es un eslabón clave. Desde la tecnología productiva per se hasta la logística y entramados de vinculación que permitan a esta economía ser lo más “circular” posible.
Nos da gusto saber que los sectores que representamos están más que inmersos en estas prácticas e incluso llegan a ser cabeza de lanza en varios de los puntos mencionados. Todavía hay mucho por hacer, pero el destino es claro y las velas están desplegadas.